13 junio 2010

HERNANDO Y ESPINOSA, Benito

Nace en Cañizar, provincia de Guadalajara, el día 21 de Marzo de 1846. De estatura regular, delgado y seco, anhidro como le llamaba el Gran Letamendi, vivaracho y con ojos penetrantes, ademanes expresivos y movilidad continua de su fisionomía, fumador incorregible. Vestía de chaquet y de chistera y hongo casi siempre. Serio cuando los otros sonreían y tan solo sonriente cuando los otros estallaban en franca risa ante sus famosas ocurrencias.

Era un tipo interesantísimo, cuya figura perfecta podemos admirar en el pincel de Pradilla, muy amigo suyo, en su célebre cuadro de la "Rendición de Granada"en el que al parecer D. Benito representa al Gran Cardenal González de Mendoza.

Niño precoz, leía y escribía a los cuatro años, improvisaba sermones en los que demostraba una memoria prodigiosa, por lo que se le requería para representar todo papel difícil de una obra teatral.

Educado por un tio sacerdote, lo que le indujo profundas ideas religiosas. (Se cita de Él que al pasar un día por la calle de Arenal, se encuentra con varios amigos discutiendo en voz alta sobre religión; le llaman, les explican sus argumentos, ya a lo cual le contestó: " Esperen ustedes un momento " Entra e una librería y compra su Catecismo y empieza a dirigirles preguntas, a las que ninguno contesta exactamente, y les dice: "Antes de discutir sobre religión, aprendan ustedes bien el Catecismo...y luego discutan".)

Estudiante del Instituto de Guadalajara, en muchos escritos de su juventud rebosa gratitud hacia los maestros que tuvo en ese Centro y en las Facultades de Medicina y Ciencias, puesto que estas dos enseñanzas llevó a cabo, hasta licenciarse a los 21 años, en cuya época ya estaba adiestrando en las casi desconocidas técnicas de laboratorio aplicadas al estudio de las enfermedades de la piel, dirigido por el Gran Olavide y por Pérez Gallego a quién D. Benito dedica su obra fundamental de la Lepra y del que hace grandes elogios en todos los momentos de su vida. Médico de un pueblo de la Alcarria, durante su estancia en él simultaneó el duro trabajo de Titular con una alarmante epidemia de Tifoidea y la preparación de las oposiciones a la Cátedra de Terapéutica de Granada, que obtuvo por unanimidad en 1871 y en donde estuvo hasta 1887.

Permanece en granada 17 años como Catedrático de Terapéutica y como Catedrático libre de Dermatología, en el antigüo Hospital de San Lázaro donde efectuó una admirable labor sobre la Lepra, de alto valor científico e infinita humanidad.

Su concienzuda actividad en clínica y anatomía patológica, la reunió en el Libro "De la Lepra en Granada", ( El ejemplar destinado a D. Domingo Pérez Gallego, lo dedica a su viuda, Dª Manuela Martín), publicado en 1881, que es sin duda su obra fundamental, calificada por Cajal de "concienzuda labor de Anatomía Patológica y de Clínica, menos encomiada y conocida de lo merecido";tambien debe citarse su discurso de ingreso en la Real de Medicina sobre "Algunos detalles del tratamiento de las afecciones sifilíticas del sistema nervioso"

El libro "De la Lepra en Granada" alcanzó tanta difusión en Europa que vinieron a trabajar con él Virchow, el primer anatomopatólogo de la época, Cornil y el gran bacteriólogo Neisser, éste último pensionado por el gobierno alemán.

Entre otros descubrimientos figura el denominado "Signo de Hernando"(Atrofia y parálisis de los músculos orbiculares de los párpados y elevador superior).

Su actividad docente durante los 17 años de permanencia en Granada fue intensa, pues enseñaba los conceptos fundamentales y los pequeños detalles prácticos. En su trato con el alumno se decía que prefería la equivocación con lógica a los criterios por causalidad. La teoría nihilística del médico vienés Skoda que establecía la negación sistemática de toda acción curativa, fue también achacada a D. Benito "¡rara paradoja!. Catedrático por aquel entonces de Terapéutica y de quien se decía que no creía más que en cuatro o cinco remedios, como la quinina, digital, mercurio, opio, etc.

Simultaneamente con García Carrera, que daba el curso de Sifilografía en la Facultad de Granada, Hernando se encargó de la enseñanza de la Dermatología, también con carácter voluntario. Explicaba las lesiones cutáneas de la sífilis por un tratado muy completo en aquella época, "el Bellhome y Martín", con el Atlas de Olavide siempre por delante y apuntes con numerosos cuadros sinópticos de los que conservó un ejemplar manuscrito.

Se traslada a la Cátedra de Terapéutica, en Madrid, en 1888. Fue gran amigo de Cajal que le cita varias veces, con cariño en "Recuerdos de mi vida"

Entre sus publicaciones, aunque escasas, merecen citarse:

En 1868: "Necesidad del estudio profundo de la quimio analítica para el adelantamiento de las ciencias y de las artes provechosas a la pública prosperidad" (Discurso leido en su doctorado en la F. de Ciencias. Sección de Físicas de Madrid.- Imp.Segundo Martinez.

En 1877: "Metodología de las ciencias médicas" (Discurso inagural del Curso 77-78. Imp.Ventura Sabatell.

1880: " Comentarios a la memoria de D. Manuel Sanz Diez sobre alimentación que consume la clase trabajadora y los braceros".Prensa Médica Granadina.

1881: "De la lepra en Granada"

1895: Algunos detalles sobre el tratamiento de las afecciones sifilíticas del SNC. (Discurso de ingreso en la RAM.

1898:"Lo mucho que España debe al Cardenal Cisneros".Imp la Colonial.

Para concluir estos retazos de tan interesante biografía, no quisieramos omitir lo que su discípulo predilecto. D.Victor escribano, decía sobre las facetas mas destacadas de éste maestro:

"Duro y áspero en las apariencias, infantil y todo corazón en el trato íntimo. Vivo, con una viveza eléctrica en sus conversaciones familiares y docentes, era pausado, pacienzudo y nimiamente escrupuloso en el lenguaje escrito. Profunda y sinceramente religioso fue tomado por algunos, y podía pasar frecuentemente por ligero y volteriano. Observador estudioso y aplicadísimo, creyente que desperdiciaba el tiempo en sus largas convsersaciones..."

Maltrecho de salud, viudo y sin hijos, achacoso y jubilado, marchó a Guadalajara. La RAM, solicitó para él la Gran Cruz de Alfonxo XII, cosa que quedó olvidada en la taquilla del negociado. También rehusó cargos, no quiso ser Decano a la muerte de Letamendi y tampoco médico de cámara.- Las escaleras del palacio son muy resbaladizas- dijo.